CONSEJOS

Para familias, padres y cuidadores

ESTIMULACIÓN TEMPRANA PARA BEBÉS, NIÑOS Y NIÑAS CON PÉRDIDA AUDITIVA

Orientación y acompañamiento a la familia durante todo el proceso.

Carta para Padres y Cuidadores

 

El aprendizaje del lenguaje en el niño con deficiencia auditiva, no depende solamente de la cantidad de horas de terapia que el niño tenga, sino principalmente de la cantidad y calidad de experiencias lingüísticas significativas con sus padres y con aquellos que lo aman. El proceso de desarrollo auditivo y lingüístico es continuo, se va dando durante todas las horas, todos los días.


El niño no es un aprendiz estático de lenguaje sino más bien un socio dinámico en el sistema de doble comunicación; desde que nace tiene intenciones de expresarse por una variedad de medios (gestos, expresiones faciales, vocalización). En la medida en que los padres responden, el niño desarrolla un sistema de comunicación que será el punto de partida para el desarrollo del lenguaje oral.     

El niño aprende a hablar porque desea comunicarse con sus padres. Quiere pedir algo y entonces necesita darle un nombre a lo que quiere (dame, tete, galleta); quiere controlar lo que su mamá o su papá hacen (ven, vamos); quiere establecer vínculos con las personas que ama y entonces necesita llamarlos por su nombre (papá, mamá, ito); necesita informar de sus actos (me voy, adiós, aquí, quiero,). El niño aprende de las cosas que suceden, en el momento en que suceden y quiere hablar de ellas. Son los padres los que responden a la comunicación del niño y le dan las bases para ampliar su lenguaje.

Cada momento del día es una oportunidad de aprendizaje, de interacción afectiva y comunicativa y por lo tanto una oportunidad de promover el desarrollo del lenguaje oral. La hora de bañarse, el momento de arreglarse o abrigarse para salir, el momento del desayuno, el de caminar de la mano por la calle, la hora de leer un cuento, la de irse a dormir, son unas pocas de las muchas oportunidades de aprendizaje del lenguaje en familia. 

Aprender cada día nuevas palabras se relaciona directamente con experiencias verbales significativas, es decir, con la experiencia del niño con nuevas palabras, las que oye en su casa, que tienen significado cuando su mamá o su papá o aquellos con quienes vive las dicen en el momento adecuado, es decir, palabras que significan algo para él. Habrá un mejor momento que la hora del desayuno para aprender palabras como pan, huevo, leche, chocolate o café? 

No son las palabras tomadas de una lista ni las frases previamente estudiadas las que el niño necesita. El lenguaje es el que se usa en el hogar, el que los padres usan para comunicarse con él y para hablar de lo que sucede en ese momento, del aquí y el ahora, de lo que le pasa o quiere el niño, de darle el nombre a las cosas que están cerca. El niño debe oír las palabras muchas veces para entenderlas y así finalmente poderlas decir. 

El lenguaje que los padres usen será natural, claro, gramaticalmente correcto. Las frases serán frases sencillas en las cuales el niño pueda tener un modelo de lenguaje apropiado para su momento. El niño debe tener tiempo para contestar y así los padres pueden mantener un dialogo que busque ampliar el lenguaje y estimular el niño. El irá poco a poco haciendo intentos comunicativos, al principio con mayor uso de gestos que sonidos y progresivamente se ira acercando a las palabras. El niño debe encontrar respuesta positiva a cada intento comunicativo y así irá ampliando su vocabulario y sobre todo encontrando un estímulo para continuar su intento.

La adquisición de nuevo vocabulario también depende de la frecuencia en que el niño oiga las palabras; es necesario no solamente que las oiga dentro de un significado sino oírlas muchas veces. Así llegará a entenderlas para después usarlas. La experiencia que el niño tenga con el lenguaje será la que determine cuándo y qué vocabulario utilizará. Las palabras que el niño oye con más frecuencia, son las que desarrolla primero. Si las oye con poca frecuencia serán las que desarrollará más tarde o en el momento en que las oiga lo suficiente como para poderlas utilizar. Si él no tiene experiencia verbal significativa con una palabra, nunca desarrollará el sentido de esa palabra. Por ejemplo la palabra “sabroso” solamente la entenderá al saborear un helado o un dulce que le guste y su mamá pueda decirle está “sabroso” o está “feo” en caso contrario. Dentro del consultorio sin la experiencia no podrá asimilar el verdadero significado. Por lo tanto son los padres del niño los portadores del vocabulario que el niño debe ir aprendiendo puesto que es en la vida diaria donde realmente se le da al niño la oportunidad de aprender. 

Los padres del niño con deficiencia auditiva deberán aprender qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo. Necesitan saber cómo aprovechar cada momento del día para convertirlo en aprendizaje espontáneo y enriquecedor para el niño. El papel primordial del terapeuta, por lo tanto, será guiar a los padres en el camino del lenguaje oral de su hijo y sabrá utilizar cada actividad terapéutica como modelo de trabajo para que luego los padres puedan ampliar las actividades con el niño. El terapeuta hará seguimiento de actividades y respuestas en el hogar y podrá así guiar a los padres para utilizar cada momento de la vida cotidiana en función del lenguaje. Unos padres que participan activamente en la terapia y comprenden los objetivos día a día, serán capaces de transformar cualquier vivencia en un buen evento comunicativo en el que la experiencia auditiva lingüística sea enriquecedora, significativa y divertida y harán de la audición y el lenguaje una filosofía de vida. 


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Paola di Colloredo – Mels
Directora General

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23. MI HIJO NO OYE. ¿QUE HACER.jpg
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Preguntas?

 

¿Puede mi hijo/a oír?

  • Recién nacidos: Se sorprende o brinca cuando hay un sonido fuerte repentino. Reconoce su voz y se tranquiliza cuando usted habla.

  • De 3 a 6 meses: Voltea su mirada hacia los sonidos que le interesan. Parece escuchar. Se despierta fácilmente con los sonidos. Debe ser capaz de escuchar sonidos en diferentes tonos e intensidades.

  • A los 3-4 meses: Empieza a reconocer la voz de los padres y puede vocalizar consonantes (M, K, G, P y B) y algunos sonidos de las vocales.

  • A los 5-6 meses: Empieza a reírse. Hace sonidos que se empiezan a parecer a las palabras.

  • A los 8-9 meses: Empieza a entender la relación entre las palabras y gestos.

  • A los 11 a 12 meses: Ya entiende palabras sencillas como "tete”, “agua” “chao”. También deben estar empezando a decir palabras como "hola" o "mamá".

Si tiene cualquier duda o pregunta por favor no dude en contactarnos via email, por teléfono o visitando la Fundación CINDA durante los horarios de atención.

Para leer otros consejos para padres también recomendamos visitar la página de la Clínica John Tracy en español: